ROC Clinic
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La terapia sexual es un tratamiento muy eficaz para los grandes problemas en sexualidad. Al final de los síntomas y los problemas que mejora la terapia, te explicaré brevemente la historia de la misma, porque para entender qué es la terapia tenemos que entender la conducta «normal».
Yo soy urólogo y no soy experto en toda la terapia sexual. Te explicaré los ejercicios y prácticas más comunes para los problemas de salud sexual que afectan a los hombres.
El deseo sexual hipoactivo en el hombre es un problema a menudo consecuencia de problemas de pareja, biográficos o laborales. Para que surja el deseo, tenemos que tener un tono bajo del sistema nervioso simpático. Tenemos que estar relajados. Cuando no lo estamos por cualquier motivo, eso puede interferir en que no se produzca, que no nazca, el deseo sexual.
Dos causas más que a mi juicio son muy importantes para explicar la disminución del deseo sexual masculino son sociales. La primera es la idea que el hombre es un cazador infinitamente promiscuo de coitos, que cualquier desviación de ese apetito sexual voraz es poco masculino, e incluso desviado. Esa presión autoimpuesta es fruto de una idea errónea de una deseo sexual masculino desaforado, y que no está de acuerdo con nuestra investigación (proyecto sex360).
En segundo lugar, tenemos el porno. El porno puede producir problemas psicológicos a la hora de no cumplir las supuestas fantasías y a la imposibilidad de tener «el sexo que querría«. Por otro lado, el porno afecta hondamente la respuesta sexual, disminuyendo el deseo sexual en aquellos usuarios que hacen un uso intensivo (>7h semanales).
Una de las intervenciones fáciles y eficaces en terapia sexual es prohibir el porno, y en segundo lugar definir espacios donde tengamos que apagar la ansiedad y el sistema nervioso simpático. Algunos psicólogos las llaman cápsulas de tiempo, en las que la pareja tiene la obligación de tener intimidad -aunque no de tener sexo- alejados de los teléfonos, niños, progenitores y demás agentes estresantes de la vida moderna.
Te he explicado con mucho detalle los problemas relacionados con la respuesta sexual y la disfunción eréctil en estos posts:
Aquí pasa lo mismo que en el punto anterior. Nuestro sistema simpático está por las nubes y podemos no tener erección, o tener erección y perderla.
Son básicamente dos. El primero de ellos es lo que se llama tratamiento de intención paradójica. Consiste en que tengas intimidad con tu pareja pero que, para bloquear el stress y la presión de tener erección, esté prohibido que tengas penetración. Esa «prohibición» se mantiene hasta que rompes el link erección-sexo, y tu terapeuta te explique como seguir. De manera no sorprendente, cuando dejas de obsesionarte por la erección, consigues una.
Por otro lado, tenemos la terapia de reprogramación cognitiva, que consiste en identificar el pensamiento negativo que desencadena la respuesta anómala (con pérdida de la erección). Cuando conseguimos identificar ese pensamiento y substituirlo por otro que sea erótico pero no involucre al pene, es muy común que la respuesta mejore dramáticamente.
Al llegar al orgasmo estamos excitados. Lógico, ¿no? ¿Qué pasaría si consiguieras hackear a tu cuerpo y enseñarle a relajarte aunque estés teniendo sexo? Eso puede hacerse de dos maneras, mediante la respiración y mediante una maniobra conocida como start and stop. Existe un tercer ejercicio que consiste en la habituación al estímulo erótico.
Mediante la respiración triangular (inspirar 3 segundos, mantener 3 segundos, espirar 3 segundos) podemos inhibir la excitación y apagar nuestro sistema nervioso simpático. Eso hace que se más complejo para nuestro cuerpo desencadenar el orgasmo. Por otro lado, la inhibición del punto de no retorno orgásmico conduce a un aumento en la siguiente fase de meseta, alargando el sexo. Cuando practicamos este ejercicio junto con el anterior y conseguimos automatizarlos, sin duda conseguimos adquirir un gran control sobre la eyaculación.
La definición de conducta sexual normal, deriva de los estudios científicos sobre sexualidad humana, realizados por el equipo de Alfred Kinsey en los Estados Unidos de América, y publicados en los años 50.
Su trabajo consistió en el análisis de las respuestas a encuestas administradas a cerca de 18.000 personas, pidiendo información sobre su actividad sexual. Una de las informaciones más significativas derivadas del Informe Kinsey, fue evidenciar las grandes diferencias entre el comportamiento sexual esperado o deseado según criterios o convenciones sociales exigidas y el comportamiento “real” manifestado en las encuestas anónimas.
El otro estudio de referencia es el realizado por W. Masters y V. Johnson en los años 70, también en los Estados Unidos. Su investigación consistió en un trabajo de observación de la conducta durante la actividad sexual en parejas de humanos, analizando más de 10.000 ciclos de respuesta en hombres y mujeres desde 18 a 89 años. Fijándose en los aspectos fisiológicos de la actividad o respuesta sexual, y a través de la medida de diversas variables biológicas como tasa cardíaca, tensión arterial y tensión muscular, otros cambios biológicos debidos a la vaso-congestión (turgencia, tumescencia, contracciones musculares, etc.), identificaron diferentes fases en el ciclo de la respuesta sexual: deseo-excitación-meseta-orgasmo-resolución.
Entonces identificaron también algunas características específicas al género, que diferencian la respuesta sexual femenina de la masculina. A la vez, Masters y Johnson también recogieron información sobre otros factores o condiciones que influyeron en la conducta sexual. Es a partir de este trabajo que se empiezan a tener en consideración la repercusión de variables “psicológicas” en la actividad sexual.
En esa línea, la importancia de los estímulos eróticos y de las preferencias individuales (tanto ambientales o físicas, como fantasías y deseos). También la confianza y seguridad en uno mismo en la pareja sexual. O la comodidad física, disponibilidad de tiempo, experiencias previas, expectativas diversas (éxito social, poder económico, seducción y admiración, afecto, placer, vergüenza,…), por ejemplo.
Esta nueva perspectiva hace necesaria la definición consensuada del que se considera una “disfunción sexual”. Se entiende que es una alteración persistente, es decir, no esporádica o ocasional y sí continuada en el tiempo, de la conducta sexual que manifiesta la persona en cualquiera de las fases del ciclo de respuesta sexual descritas, y/o en la satisfacción individual y la compartida con la pareja sexual. Las disfunciones se denominan y clasifican según la fase de la respuesta que está alterada y el género de la persona afectada.
Por lo tanto, en Sexología, el concepto de conducta normal solo se puede entender desde una perspectiva muy amplia y no tiene cabida la consideración estadística de normalidad que la asocia a lo habitual, lo frecuente, lo común a la mayoría. A partir de estos trabajos, se desarrollan las bases de la “Terapia Sexual”. Los manuales de tratamiento que la psicóloga Helen S. Kaplan publicó en los años 60 y 70, coincidiendo con el período de la “revolución sexual” en América, le dieron un gran impulso.
Progresivamente, con los datos científicos disponibles, ya no se consideraba que las disfunciones o dificultades fuesen atribuidas a algún conflicto sucedido en la infancia de la persona y del cual ella no tenía consciencia; la terapia sexual no tiene como objetivo ni procedimiento de cambio “descubrir” cual ha sido este conflicto. Se aceptó y “normalizó” la idea que la sexualidad es una función natural, una actividad humana con la cual se experimenta placer y satisfacción, y se abandona la consideración que es un acto exclusivamente procreador, o lascivo.
La Terapia Sexual fundamentada en los trabajos de Kinsey, y de Masters y Johnson, y siguiendo el paradigma de las teorías del aprendizaje, consideraba las dificultades sexuales como orgánicas, si eran atribuidas a factores médicos o fisiológicos, y psicógenas o funcionales cuando eran atribuidas a “características psicológicas” de la persona o de las condiciones de la actividad y se descartaba ningún tipo de influencia “biológica” en la disfunción.
El objeto de la Terapia Sexual durante años ha sido las disfunciones “procógenas”: su etiología se atribuye a una asociación involuntaria pero muy intensa y persistente (“condicionalmente”) entre ansiedad y actividad sexual.
Así, la Terapia Sexual es un procedimiento de tratamiento sexológico especializado, acostumbra a ser una intervención breve y muy estructurada y se centra básicamente en el síntoma concreto. Analiza las características y condiciones en que se da la actividad sexual y el tipo de respuesta de la persona que consulta, identifica cual es la fase que está alterada y tiene como objetivo extinguir la ansiedad y “reeducar” o “reaprender” la respuesta sexual habitual en la persona a través de la práctica de ejercicios muy específicos para cada tipo de dificultad o disfunción.
Hacia finales del siglo XX se definieron las bases biológicas de la mayoría de las funciones humanas. Entre ellas también se identificaron los cambios biológicos asociados a las disfunciones. Se inicia así la que se ha llamado la “era biológica de la terapia sexual”, dado que se ha sintetizado diferentes sustancias químicas y fármacos que “corrigen” o “previenen” las dificultades.
Esto también ha comportado una mayor precisión y consenso en la definición de “disfunción” para evitar confusiones entre dificultad real y “deseo de rendimiento” sexual según “convenciones diversas” o expectativas poco realistas. Así, las aproximaciones actuales al tema de las disfunciones ya no tienen en consideración las diferencias entre orgánico-psicológico. Se entiende que a pesar de las causas orgánicas bien identificadas y corregidas, pueden coincidir factores más relacionados con la emocionalidad y la sensibilidad o vulnerabilidad ansiosa de cada persona.
Las guías clínicas y de consenso establecen el tratamiento combinado (fármaco + terapia sexual) como la modalidad de elección y la mejor práctica médica. A pesar de que la actividad sexual es una función biológica, siempre hay implicados componentes emocionales, cognitivos (pensamientos, deseos, expectativas) y evidentemente relacionales y culturales (condiciones de vida actuales, estereotipos sociales y sexuales,…).
Me llamo Eduardo García Cruz y soy urólogo y experto en sexualidad masculina, con más de 15 años de experiencia (disfunción eréctil, eyaculación precoz, testosterona, Peyronie, implante peneano y cirugía genital masculina…).
Ha ayudado a más de 25.000 hombres y ha realizado más de 2.000 cirugías.
Me he formado en el Departamento de urología del Hospital Clínic de Barcelona, uno de los mejores servicios de urología del mundo. He publicado más de 50 artículos en revistas médicas de prestigio y estoy Doctorado Suma Cum Laude por la Universitat de Barcelona.
Se me ha considerado uno de los mejores 50 médicos de España.
Actualmente, ofrezco consulta online y consulta presencial en Madrid y Barcelona, en dos clínicas TOP con la mejor tecnología para ayudar a mis pacientes a solucionar sus problemas en la esfera sexual masculina.
Eduardo García Cruz
Núm. Colegiado: 080835636
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